lunes, 22 de agosto de 2011

Nostalgia a la Distancia

Las añoranzas de las viejas costumbres se sienten extrañas en la distancia física y temporal entre lo que se vivió y lo que se vive. No hace mucho estaba corriendo colectivos (buses, guaguas, pulman) en Buenos Aires. El tango de sus calles se hace patente desde lo lejos, en mi memoria, aunque poco era el tango que escuchaba allí. Esa es otra costumbre que empecé a tener al salir de ese lugar. Y es que comencé a practicar la nostalgia. Me fui por estar agotado de vivir al límite en una selva tan grotesca como violenta y al mismo tiempo maravillosa. Los Piojos o La Renga en las calles de la capital de Bs As son el Vasco (Rossi), Gianna (Nanninni), Mina o Le Vibrazioni en Milano o Padova, Morrisey, Duffy o Amy (Winehouse) en Londres, Serge Gainsbourg o la Momme (Edith Piaf) en París, Chambao en Málaga, Paco De Lucía con Camarón en Granada… Hay músicas para cada ciudad, para cada país. En las calles de las ciudades siempre hay prisa. Recuerdo aun lo acelerado que caminaba para llegar a destiempo a todos lados. Cada sitio tiene su velocidad y su encanto, aunque quienes viven en el lugar no se interesen. En Bs As no le daba sentido a nada de lo que veía a diario mientras que había tours organizados para los turistas que vacacionaban. Yo me preguntaba: ¿Quién puede querer venir a este infierno? Me di cuenta tarde que vivía en un sitio con una historia increíble, de cientos de años. No supe disfrutarlo. Aunque pocas cosas queden, como la casa de Manuel Belgrano o la de Mariano Moreno. Es distinto en el viejo continente, todo se mantiene muy bien. Hay historia de milenios aun en pie, aunque quede poco. Tengo la suerte de conocer Venecia. Hay mucha gente de ciudades cercanas que en su vida la visitaron y ni siquiera les interesa. Es que como esta tan cerca… Las cosas pierden el interés al estar tan cerca, tan a mano. Uno se da cuenta cuando las pierde. Como las personas, que lejos de ser “cosas”, por lo menos en idioma castellano, son seres que se extrañan en las situaciones más simples, más cotidianas, más intimas. Mi amigo francés es de Normandía, un pueblo al oeste de Francia, pleno de lugares increíbles y paisajes de Medioevo. Esta a dos horas de París y las pocas veces que fue, fue para visitar a sus amigos. “No es una ciudad que me guste”. (Franchute, se te extraña!) A muchos conocí que piensan así. O tal vez sea más acertado decir, que sienten así. Uno siente el lugar de pertenencia. Yo siento que pertenezco un poco a cada lugar donde estoy. El haber estado en Bs As hace que estar en cualquier ciudad de sueño en Europa, quiero decir, con la que haya soñado estar, sean demasiado pequeñas. La noción de las distancias se pierde en estos lares. Por lo menos la noción que yo tenía sobre ellas. Acostumbraba a vacacionar en Bariloche. De Bs As a Bariloche hay mil seiscientos kilómetros. Por ese precio, aquí visto unas quince ciudades. Vaya a donde vaya, no hay más de una hora entre pueblo y pueblo. Allá, al cruzar las pampas, recuerdo horas y horas y más horas de desierto y animales pastando. Hoy son muchos los lugares que extraño. Buenos Aires de verdad que no los tenía muy buenos. Pero lo extraño. Me daría unas semanas de vacaciones. Una de las primeras diferencias que noté respecto al aire, fue que al correr por las playas de Marbella, el pecho se me abría. Al principio no entendía muy bien que era lo que pasaba. Claro, al soplarme la nariz sentí la sal del ambiente y no me salió nada negro como pasaba en la capital al respirar el hollín que lo cubre todo. Fue una sensación increíble. Me cansaba menos. Las cosas son muy diferentes en los distintos lugares. Si bien somos seres humanos y no diferimos en esencia, las idiosincrasias si que cambian… y mucho. Mucho tiene que ver el clima de donde se vive. En una gran ciudad hay violencia y miedo. En ciudades pequeñas hay algunas inseguridades pero uno no esta tan resentido ni paranoico. En Londres la organización es increíble. Nunca vi una avenida tan transitada y tan poco trabada como Oxford Street en hora pico. Estaba en el 1º piso del clásico bus rojo londinense y tenia visual de todo lo que pasaba. Dos minutos de eso en Bs As y hubiese visto unos cuantos accidentes. La gente cruzaba las calles, los coches aguardaban en su línea transversal, los buses cedían el paso y los taxis también. No oí bocinas en ningún momento. Aún me cuesta creerlo. Es como en la escena de “Bee, The Movie”, donde cruzan la calle y se preguntan por qué dicen por ahí que la comunidad de abejas es la mejor organizada. Supongo que además de la situación demográfica también influye el clima. No es lo mismo el español del norte (a excepción del asturiano) que el del sur. Quien vive en el frío es más parco y territorial. Los que están sobre el mediterráneo es mas dado y el inmigrante se integra mucho mejor y más fácilmente. Claro que hablamos de rasgos generales. Siempre hay excepciones… en todos lados. Guardo muy buenos amigos de Valladolid, aunque el grueso de su gente es gente difícil. El italiano, bueno, para un argentino, los italianos y los españoles son casi de su misma sangre. Y pasa lo mismo que en argentina; el personaje de Madrid, Barcelona, Milano o Roma no tiene mucho que ver con alguien de Málaga, Logroño, Pádova, Jesolo o Verona como el Porteño no puede compararse con el Rosarino, el Cordobés o el Mendocino. De verdad que el bicho de ciudad es un toca-huevos profesional. Por lo menos en su mayor parte. En mi caso corre sangre italiana en mis venas. La primera vez que aterricé en Italia, que fue en el aeropuerto Malpensa, de Milano, lloré. Hacía un día de mierda (lloré de felicidad, no por el día). La verdad casi no veía las alas del aéreo. Era como estar dentro de una nube. Eran las 8am y el día no perfilaba bien. Un frío que calaba los huesos. Pero ya, hacia el mediodía, comenzó a despejar. Era como llegar a casa. Era sentir las raíces conectarse en mí. Era Italia. Cerca, hacía ochenta años, había nacido mi abuelo. Y aunque la verdad que era un tipo para olvidar, la sangre tira… y mucho. Me gustaría compartir todo esto con mis amigos. Pero es que están tan lejos… y cuesta tanto. Si ganase algún premio me los traería a todos, que no son muchos, pero si muy importantes y les mostraría cosas que vi. La torre Eiffel, Virgin Records en Paris, el Arco del Triunfo, el Senna, la alhambra, la noche Granadina en el casco antiguo… el Castello Sforzesco, su parque y su feria, Il Duommo, Via Venezia, Naviglio Grande, Jesolo, Venecia (y tooodas sus escaleras)… Oxford Street en navidad, Notting Hill, Camdem Town, Holbourne, el Hide Park, el cruce de Abbey Road, Westminster… las costas de Marbella, las Canarias… que se yo, es que hay tanto para conocer y hacen tanta falta los amigos. Soy un tipo afortunado… pero como dije antes, hacen tanta falta las “cosas” que tuvimos cuando no están…

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