viernes, 9 de diciembre de 2011

Caminando Recuerdos (para leer con el video de bajofondo... de fondo)

http://youtu.be/Xk3vW6tVhwM

Salgo a caminar desde el recuerdo. Las hojas secas crujen mi andar desaforado por las calles porteñas bajo el sol de un día frio.  El smog adormece el olfato y metaliza la saliva. Sigo caminando, casi corriendo, queriendo dejar atrás las preocupaciones, las historias pasadas, los fantasmas que atormentan una cabeza pensante. Quiero quemar las ideas ficticias de una realidad que no fue. Quiero despertar del sueño de siete años y comenzar a ser yo. Así fue. Así era hace unos años. Camino desde el recuerdo y la nariz congelada por la humedad gélida se funde con la música que desprenden los auriculares entre melodías obscenas y violentas, tranquilidad sinuosa de un presente que se recuerda ya lejano. “Ya no me da pena dejarte un adiós”. Los minutos pasan como copos de nieve que explotan al tocar el suelo helado de Nunhead. Las historias se cruzan y me veo sonando un acordeón en un bodegón oscuro de la boca. Deseos fugaces que desaparecen en el candor de los segundos mientras mi mente sigue buscando situar el presente real entre tantos pensares. El fuelle hace mella en mi pasión y me concentro al cruzar Corrientes y Callao. El caos arremete contra mí mientras lo que busco es paz. Casi corro para llegar a cualquier lugar mas tranquilo. En Paseo Colón hay más verde. Vuelvo a pisar mas hojas por L.N.Alem y la mente alcanza la blancura normal de quien se tira al pasto y se pierde en el celeste del cielo. Las nubes como copos de azúcar gigantes endulzan mis recuerdos. Las historias se cruzan, el copo se tiñe de rosa y me veo regalando un beso a quien lo come en canarias. Los años pasan y mis cabezas se pierden en los tiempos. Vivo el presente y de vez en cuando me pierdo en el remolino de pasados que mis arrugas han surcado. El correr del tiempo deja marcas imposibles de borrar en esta y cualquier encarnación. Recuerdo el sur y su gente. Recuerdo Sarandí y su amor incondicional. Recuerdo Caballito y las promesas indefinidas que no pudieron ser. Recuerdo el templo budista y las amistades rotas. Recuerdo una vida llena de emociones. Una vida llena de vida. Nuevas amistades. Nuevas ilusiones. Todos son parte de mí, de lo que soy. Recuerdo Moreno ocho siete siete y todo lo ocurrido en esa esquina. Poca gente salió airosa de mis juicios finales. Recuerdo las charlas de lectura con una desconocida que no era más que una posterior amiga. Las sesiones de charlas interminables y gustosas con la inglesa. La única persona que conocí en persona en argentina gracias a internet. La amiga del alma que me dejo el Fotolog. La gente de paso. La gente que queda. La gente que me ha visitado en el mundo y la que quiso hacerlo. Y es que los humanos somos ríos que fluyen y vemos pasar hogares, arboles… sufrimos sequias, inundaciones… morimos o nos hacemos océano. O ambas cosas. Re-cuerdos re-locos brotan en mi consciencia. Entonces veo que mi cabeza vuelve a bajar de esos copos de nieve y retorna al presente lejano de mi pasado en Plaza Francia. El zoológico de personas es infinito. Hippies, drogatas, chics y turistas se funden en una fauna digna de conocer y que se repite en recónditos lugares al través del globo. Un viejo toca un violín más viejo que él y ambos suenan deliciosos en melodías clásicas imposibles de olvidar. La Traviata o Carmen reviven en los oídos y las emociones de quienes van y vienen en esa tarde de domingo junto al cementerio que abraza a todo aquel a quien le llega la hora de renacer. Entiendo idiomas que nunca hablé antes. Debo hacerlo. No es difícil. El humano, este donde este no se diferencia tanto por los idiomas como tampoco por sus habitudines. Sea lo que sea lo que hay detrás, un castillo, una plaza, un campanario colonial español, un cementerio o Notting Hill, siempre es igual. Uno se gana la vida detrás de la barra, otro compra lo que le gusta. Ferias. Mi Buenos Aires querido viaja conmigo y lo veo estampado en todos como si fuese una marca registrada de uso de gente, sea cual sea su origen. Un coche me sobresalta. Es que el verdadero presente se hace patente y me encuentra golpeando mis dedos en estas teclas negras que delatan mi amor y mi desesperación, mi tranquilidad y mis broncas. A través de ellas les hago llegar a todo quien me conoce y me quiere leer lo que tengo dentro y grita por salir. Las sensaciones de perderme en mi mismo y mis tiempos dejan dibujada en mi facción más actual una sonrisa. A pesar de todo dolor, la felicidad se hace sentir al final. Siempre que sepamos que morimos a cada segundo un poco, vamos a sentir esa sensación dulce de haber hecho lo correcto. Quien no sienta esa sensación es que aun no ha terminado de encontrarse. Mis recuerdos han traído viejos climas al presente, mi presente. Hoy está fresco en una isla que busca el sol en medio del océano atlántico. 

2 comentarios:

  1. La verdad es que no hay cosa mejor que pasear para encontrarte de lleno con tus pensamientos...

    Besicos

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  2. Pues así es... y en mi caso también la ducha muchas veces es un lugar de iluminación... por lo menos pa mi! Besos!

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